viernes, 13 de diciembre de 2013

La graduación de mis compañeros

Hoy mis compañeros recibieron sus diplomas de estudios. Todos están muy contentos y me siento muy feliz por ellos.
Fue muy emocionante verlos recibir sus diplomas y ver que los profesores tuvieron palabras muy especiales para casi todos ellos.

Florencia es sin duda la chica 10: sacó la máxima nota en los dos exámenes escritos (y que conste que eran exámenes de desarrollo  muy largos): había contestado mucho más de lo que le habían preguntado, explicó el profesor. Pero es que ella es así, cuando se dedica de lleno a algo, lo hace de corazón, se dedica con pasión y seriedad. No me extraña que haya sacado 10.

Mariela también fue reconocida muy especialmente, por su gran empeño, por estar siempre allí, aprendiendo, ayudando, con asistencia perfecta, por subirse al tren justo cuando este pasó. La verdad, es que siempre estuvo, silenciosa, con una sonrisa, presente en todo momento.

La pequeñita del grupo, Aixa, también recibió palabras especiales de agradecimiento. No solo es muy buena alumna, sino ayudante, y siempre se esmeró en todo lo que hizo. Me encanta que los profes sepan reconocer los méritos.

Norelkys fue especial, también. Hizo el curso embarazada, la chaqueta dejó de cerrarle, las piernas quizás le pesaban pero jamás nos lo hizo saber, mientras veíamos cómo el pequeño Matías le hacía crecer su panza cada vez más. Matías nació y Norelkys, feliz pero trasnochada con su bebito recién nacido, siguió viniendo a la escuela y preparó por su cuenta las clases a las que no había podido asistir. ¡Y lo hizo muy bien!

A Guillermo le cambiaron el nombre y hasta el apellido. Ya no es más Guille, sino Fede Garniture... Y nos encanta cómo le queda. Por eso el profe no supo muy bien si llamarlo Guillermo o Fede cuando le dio su diploma. Pese al cansancio con el que llegaba a las clases, tomaba un vasito de agua para despertarse y, tenaz, seguir adelante.

De Pedro recordaron que nunca tomó un apunte. Nos consta que, el último día de clase, se preocupó por conocer las respuestas.

A Roxana le reconocieron su empeño, por seguir adelante hasta conseguir el diploma, pese a que por cuestiones laborales tuvo que dividir los estudios en dos años. Para ella también era complicado el tema de los estudios pero perseveró.

De Paul y Gero, los profes no tuvieron mucho que decir de ellos pero para mi siempre destacaron por su buen humor, trabajo serio y por estar siempre en las clases, pendientes de todo y para encontrar algo divertido de cualquier situación. Si al terminar un día Paul no hablaba mucho o no hacía un chiste, sin duda alguna la clase de ese día había sido agotadora.  Gero es el compañero práctico, que resuelve y toma decisiones pero no habla mucho. Solo lo suficiente. Ni más, ni menos.

Me hubiera gustado que Lucho hubiera estado allí. Lástima que por razones personales no pudo seguir. Creo que tiene pasta de cocinero.

Compañeros, ¡felicidades a todos! Los extrañaré el año próximo.


Algunos de mis compañeros que se graduaron hoy con Alicia y Maurice:
En la foto, Florencia, Aixa, Paul, Roxi, Maurice y Alicia, Pedro, Gerónimo y Guillermo.



Los profesores, unos apasionados por la docencia, Agustín (nuestro profe oficial), Maurice (que decide si algo aprendimos pero igual sigue enseñando) y Graciela (siempre disfrutando lo que hace) con Mariela y Norelkys.


Un abrazo conmovedor, a todos se nos piantó un lagrimón.










miércoles, 11 de diciembre de 2013

Del Barrio Chino a Colegiales, una práctica de pescado

Como bien corresponde a un buen plan de estudios gastronómicos, pescados y frutos del mar fueron parte obligada en la escuela de cocina. Como bien corresponde a un par de alumnas de Argentina, país de la carne, mucha idea sobre pescados no teníamos. Que nos encanta el pescado, sin duda. Ahora que nos habían enseñado cómo, teníamos que practicar.
Para ello, Florencia y yo fuimos de excursión al Barrio Chino, un pintoresco sitio en Buenos Aires donde se concentran los comerciantes chinos para vender los productos consumidos por la colectividad china. Hoy es el lugar de moda entre los porteños amantes de la gastronomía porque saben que allí se puede conseguir ¡de todo!
Nos dirigimos a uno de los grandes supermercados chinos, donde abundan las especias, frutas, hierbas y verduras frescas como maracuyás, mangos, cilantro, coles chinas, etc., raros tés y condimentos, salsas, y todos los pescados que se nos ocurran que no se consiguen en mercados comunes.  La infinidad de aromas del lugar es espectacular. Ante las bandejas heladas se presentó nuestro primer dilema: ¿qué pescado escoger? Las clases de bromatología de Liliana, nuestra profe, médica y experta en nutrición, nos susurraban en la espalda: agallas rojas, ojos transparentes, escamas firmes y todas las características que tienen los pescados frescos. También había un tema de costos: no era cuestión de gastar una fortuna en un pescado para que terminara destrozado en manos de unas principiantes. No se lo merecía. Con la certeza de que si estábamos en el Barrio Chino el pescado seguramente era fresco —todos estaban sobre capas de hielo triturado y los chinos comen muchísimo pescado— buscamos un animal que tuviera una forma en torpedo adecuada para nuestros fines y escogimos un par de meros. Luego encontramos unas chauchas de vainilla y decidimos que prepararíamos un plato de Madagascar que nos enseñó Graciela.
Entusiasmadísimas con las compras nos alejamos presurosas de las cajas, cuando al dar dos pasos fuera del local me doy cuenta que hasta el changuito de las compras me estaba llevando yo. Va foto poco glamorosa de mi intento de robo del carrito.
...
En casa, en el barrio de Colegiales, la labor de limpieza y fileteado no fue sencilla. Encontramos que cortar las aletas y el resto de la preparación es complicadísimo. Otro de los profes, Joaquín, estuvo presente virtualmente todo el tiempo que nos dedicamos a preparar el pescado. "No usen agua caliente para lavarlo", sentíamos que nos decía y cada cada una de sus enseñanzas y recomendaciones nos venían a la mente a cada instante. Nos pinchábamos los dedos, el cuerpo del animal se nos escurría... Al final, terminamos con unos filetes más o menos decentes (los segundos mejores que los primeros) y no nos atrevimos a calcular el factor de desperdicio, que debe haber sido muy alto (seguramente mucho mayor al indicado en las tablas que nos había dado la profe Andrea).
Con la cabeza y el espinazo preparamos un caldo. De pronto, descubrimos horrorizadas una misteriorsa bolita blanca en el líquido.  Tenía el tamaño de una mentita pero no su olor. Inquietas, hacemos, cada una por su lado, una búsqueda de "bolita blanca pescado" por internet con resultados pavorosos: ¡triquinosis...! "¡Noooo, tenemos que tirar todo esto!", pensamos angustiadas. Pero la duda persistía, eso NO podía ser triquinosis. Enviamos un mensaje urgente a los profes con la duda (no nos respondieron pero se deben haber matado de la risa de nuestra consulta y preferimos no preguntarles qué pensaron de nosotras). Luego apareció una segunda bolita,  una tercera... Ya con la cuarta, encontrada cuando nos atrevimos a meter los dedos en los glóbulos oculares de los pescados, comprendimos aliviadas que eran los ojos.
Finalmente, logramos preparar unos deliciosos meros en salsa perfumada con vainilla —no tan bellamente presentados como nos los presentó Graciela; de hecho, me falta mucho para lograr presentaciones decentes— que nuestras queridas familias apreciaron. Faltó cantidad pero para un primer intento, el resultado fue satisfactorio y nos encantó trabajar juntas, nos divertimos, practicamos, aprendimos. Es apenas el primer paso... tenemos muchos más que dar.
El filete en salsa. Ruego a los chefs y expertos en cocina que no sean punzantes en sus críticas. Estamos aprendiendo. Ojalá pronto podamos poner aquí fotos de platos perfectamente preparados y bellamente emplatados.

Hasta la próxima.